Hoy he hecho un viaje curioso en metro.. Como cada
mañana me he subido al mismo vagón, buscado el mismo asiento libre y abierto el
libro que me estoy leyendo.. Es curioso como todas las mañanas uno busca en la
rutina la forma de guardar energía para el resto del día...
Y curiosamente hoy en una parada de las tantas que
hace el metro de Madrid (ese que dicen que vuela), se ha subido un chico con
dos personas de seguridad. De repente, la monotonía, la rutina y las líneas de
mi libro se han visto alteradas por los gritos enloquecidos de un joven que,
recordando a todas las madres de los allí presentes, reivindicaba su derecho a
no pagar el billete que consideraba no valía el precio que se nos ha
impuesto... Y en la supuesta tranquilidad que transmite ver a dos
personas de seguridad junto al susodicho, todos hemos observado como éstos
abandonaban vagón, metro y a los que nada teníamos que ver con el personaje,
que seguía gritando, insultando y amenazando a los que comenzábamos el día
metidos en nuestra fiel rutina.
Quien haya cogido el metro de Madrid con cierta
frecuencia sabrá que esto por desgracia no es algo raro ni fuera de lo normal:
alguien que ha perdido la cordura y esa seguridad que brilla más por su
ausencia que por su presencia...
Pero de repente algo me ha hecho pensar... No han
sido los insultos ni las caras de los que nuestra alcaldesa invita a visitar
nuestra gran ciudad... Tampoco ha sido la chulería con la que se ha ausentado
la "seguridad"... Ha sido la mirada asustada de una pequeña que
miraba cómo gritaba ese hombre, ese con el que comparte rasgos y sangre... Esa
niña de no más de 4 años estaba viendo como su padre amenazaba e
insultaba a doquier sin motivo aparente...
Y entonces he mirado el libro que tenía entre las
manos: "Malala".
Y he reflexionado sobre las niñas, las de aquí y
las de allí, a las que matan a balazos por querer estudiar y a las que
aniquilan a gritos exaltados..
Y entonces he pensado en que ese libro ya lo había
leído, lo estaba viviendo!!!!! Y lo he cerrado y no he podido más que mirar a
esa pobre niña que no solo una seguridad de un metro no ha salvado de ese
espectáculo, sino de un conjunto de personas que con mirar al suelo cerraban
sus conciencias al unísono del repicar de una estación de metro.
Que pena! Que pena que pensemos que la educación
solo muere fuera... La estamos matando dentro.
Metro se ha disculpado y ha dicho que hará lo
correcto: pasar la información a vete tu a saber que becario.
Las redes sociales sirve para denunciar casos como
este, y los libros para leer los que sobrevivieron.
No nos creamos "Primer Mundo" y que eso
solo pasa en el extranjero... La educación no se mata sólo a balazos, sino a
gritos, insultos y faltas de respeto.