miércoles, 29 de octubre de 2014

LA FAMIGLIA


He leído un artículo llamado "La esposa del militar" y el artículo va de lo que va el título: de cómo las esposas de los militares tienen algo así como un don especial para aguantar los momentos de soledad, sacar fuerza de donde no la hay, y multiplicarse por dos cuando es necesario.

Son muchas cosas las que me han gustado de ese artículo y otras con las que no estoy de acuerdo o no del todo conforme (para variar, dentro de mi naturaleza crítica).

Empecemos por partes y partiendo de la base de mi poca experiencia aún como esposa:

No creo que la fuerza de la mujer del militar salga de ella, como por arte de magia, que sea un casarte y automáticamente se te imprima el carácter en su más amplio sentido de la palabra. Más bien creo que vosotros, como ejemplo de vuestra fortaleza, de vuestro saber del deber, y del amor hacia nosotras sois los que nos enseñáis qué hacer cuando no estáis, porque sabemos que es lo que estáis haciendo vosotros en vuestro puesto de trabajo.

En segundo lugar, nunca vamos a poder ejercer de padres, solo de madres. Lo que hacemos es llenar con más amor el espacio que no ocupáis temporalmente. Y eso lo podemos hacer desde la admiración y el respeto hacia vosotros.

En tercer lugar, si todo eso lo podemos hacer es porque somos una familia.

La familia, que en estos momentos está tan maltrecha, poco respaldada y casi insultada por muchas instituciones, grupos y sectores no solo de la sociedad, sino de la política y de otros órdenes como el empresarial, es el motor que en la actualidad está permitiendo que este país salga adelante.

“La famiglia”, como decía con voz ronca Don Vito Corleone, es la estructura que mantiene en momentos de crisis a aquellos más desfavorecidos, es la base sobre la que se apoya la persona en su desarrollo personal y emocional, y es el pilar sobre el que la educación adquiere un verdadero carácter y sentido.

Pero esta sociedad individualista y consumista que tenemos en nuestro haber no entiende (o no quiere entender), que en un conjunto de personas se defiendan valores como la UNIDAD, la FORTALEZA o la GENEROSIDAD.

Sé a ciencia cierta que muchas mujeres están luchando a día de hoy por conseguir eso que llaman “conciliación”, sé que están sacrificando su maternidad, el tiempo con sus hijos y su dignidad femenina por conseguir llegar a ser buena mujer, buena madre y buena esposa, teniendo como único apoyo los finos tacones de unos zapatos.

Sé también a ciencia cierta que hay muchos hombres que luchan todos los días por ser buenos padres, empleados que se superan año tras año, el hombre perfecto, el padre que cambia pañales sin que se le caigan los anillos, y el entrenador de fútbol un domingo por la mañana de los amigos de su hijo. Y tiene como único apoyo la base de una cartera de cuero.

Sé también a ciencia cierta que las empresas, ciertos empresarios y determinadas políticas de edulcorada conciliación no piensan en la familia, sino en cumplir unos resultados, unos objetivos y seguir consiguiendo que ellas corran sobre finos tacones y ellos se apoyen sobre carteras de cuero.

Pero cuando se busca eso, y se olvida que uno también es padre o madre, que es hijo o que es hermano, algo está fallando, porque familia no es que nos esperen con la mesa puesta, sino que nos esperen con un abrazo.

Falsos cantos de sirena, falsas igualdades, falsos deseos no hacen sino minar nuestros derechos. No queremos que nos congelen óvulos, no queremos que nos dejen ir con el pequeño al médico, no queremos que nos feliciten falsamente por un nuevo miembro. Queremos que nos dejen educar, disfrutar y vivir en familia, queremos que nos permitan dar un tiempo de calidad y en la cantidad necesaria. Queremos políticas que defiendan la familia, que defiendan a cada uno de sus integrantes y que se cambien de una vez los roles de madres histéricas, padres supertrabajadores e hijos viciados con videojuegos.

La familia, como decía Corleone, merece un respeto.

Y sabiendo que una familia no se mide por el número de sus miembros sino por el amor y el respeto entre ellos, por el contexto en el que se aprecien las diferencias, se crezca con los errores y se respeten los miedos, no vengan a vendernos falsos modelos donde solo uno vale todo y donde el todo no valga la pena pelearlo y matarse por ello.

El esfuerzo, el respeto y la unión entre sus miembros es lo que hace de una familia el verdadero lugar desde el que partir y al que volver de nuevo.

Es donde tenemos nuestras raíces y donde aprendemos valores desde el ejemplo.

Y volviendo al artículo que abría el post, nosotras sabemos que la fortaleza la da la familia, porque cuando salen de casa van a otra familia mayor, con la que comparten valores y fuerza, unión y vocación, compañerismo y honor. La familia hay que respetarla, porque siempre, donde vayas, serás parte de una, de sangre o de vocación, pero siempre siempre sabrás donde volver y donde te esperan con admiración, amor y respeto.




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